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Excelentísimo señor Presidente de la Diputación de Valladolid, Serafín Alcover Gómez - Caro

Serafín Alcover fue una bellísima persona, según afirman todos los testigos de la época, y un excelente Presidente de la Diputación al que jamás se ha reconocido desde las instituciones democráticas actuales.

Serafín Alcover Gómez Caro.Excelentísimo señor Presidente de la Diputación de Valladolid.

Serafín Alcover Gómez-Caro nació en Valladolid, el dia 2 de Febrero de 1893, hijo de Antonio y Justa.

Soltero y de profesión contable, fué elegido presidente de la Diputación de Valladolid. Vivia con su madre en la calle Joaquin Costa de Valladolid.

Serafín Alcover estuvo ligado desde su juventud al Casino Republicano de la ciudad, que no era simplemente un lugar de expansión, ya que en sus Estatutos se hablaba de "promover la educación laica" y "difundir la cultura"; además, esta institución, creada en 1917, se enfrentó a la Dictadura, librando batallas políticas y sociales en pro de la democracia durante los años 20 y 30.

En el año 1919, el Casino se hizo cargo de un colegio, lo arregló y designó profesorado; era la escuela laica "Luz de Castilla", pensada para alumnos de 6 a 15 años, hijos casi todos ellos de los socios del Casino Republicano, aunque se crearon varias becas destinadas a hijos de obreros.

En 1930 estando Serafín Alcover en la Junta Directiva, el Casino se vinculó a Alianza Republicana, un partido político en el que militó siempre, y con el que se presentó a las elecciones municipales en el año 1931, resultando elegido concejal por el Distrito de Campillo, lo que hoy es la Plaza de España.

Representaba a la agrupación ALIANZA REPUBLICANA, muy extendida en la ciudad y de la que formaban parte los mejores y más reputados miembros de la cultura y la industria vallisoletanas. Como detalle anecdótico hay que hacer notar que muchas niñas nacidas en esta época recibieron el nombre de Alianza.

El señor Alcover fue nombrado Excelentísimo señor Presidente de la Diputación de Valladolid el día 9 de marzo de 1936, y a pesar de la gran tarea que su cargo conllevaba (más de 200 localidades conformaban la provincia), nunca abandonó sus obligaciones como concejal del ayuntamiento.

Durante la etapa de su mandato los pueblos de la provincia experimentaron avances notorios; muchos de ellos pudieron construir escuelas dignas, que serían después dotadas y equipadas; se pusieron al día las contabilidades municipales; los accesos se mejoraron; se construyeron fuentes; se avanzó en las traídas de aguas y en la electrificación… en todos estos trabajos fue determinante la colaboración positiva y los objetivos comunes entre las diversas instituciones, siendo la Diputación el eje y nexo natural entre todas ellas.

El día 17 de julio de 1936 era viernes, y el ayuntamiento de Valladolid tenía convocada una Sesión Ordinaria a las 19.30 horas de la tarde. La sesión comenzó a las 19.35, a pesar del clima de inquietud, los rumores de movimientos militares y la desazón apreciable en las calles de la ciudad.

En la Sala de Plenos se reunió el Consistorio legal por última vez. Muchos de los asistentes serían asesinados durante los siguientes meses por los militares sublevados; algunos de ellos serían sometidos a un juicio ilegal; otros, asesinados y abandonados o enterrados en campos y cunetas; los que conservaron la vida fueron sometidos a penas de prisión, humillaciones y venganzas de todo tipo que acabarían arruinando su vida y la de sus familias.

Presidía aquella Sesión Ordinaria el alcalde, señor Antonio García de Quintana, asistiendo únicamente 11 concejales, entre los que se encontraba Serafín Alcover.

La reunión terminó a las 20.50 de la tarde y la mayor parte de los reunidos abandonaron el ayuntamiento, pero alguno de ellos regresó más tarde: pasadas las 21.00 de la noche, entraban por una de las puertas laterales (la que da a la calle Jesús) Serafín Alcover, Apolinar Polanco, Alfredo García Conde y José Caballero, quienes se reunieron con el alcalde y otros concejales para evaluar la situación reinante. La reunión se disolvió a las 03.00 de la madrugada del sábado, 18 de julio.

Tras el triunfo del levantamiento en Valladolid, se desató una auténtica cacería de representantes republicanos y políticos de izquierdas; la mayoría de ellos fueron detenidos, y muchos de ellos, asesinados sin más.

Serafín Alcover fue destituido de su cargo legal por el nuevo (e ilegal) gobernador civil, un Teniente Coronel de la Guardia Civil llamado Joaquín García de Diego, quien se encargó de nombrar a las gestoras de los pueblos, a la nueva Diputación (27 de julio) y al nuevo ayuntamiento de Valladolid (el día 31 de julio).

El nombramiento del nuevo Presidente (un general de la Guardia Civil retirado, llamado Inocencio Martín Píriz), coincidió en el tiempo con la detención del señor Alcover, quien fue conducido al Gobierno Civil para decidir su futuro; después de ser fichado allí por personal militar, fue conducido a las Cocheras de Tranvías, situadas en el Paseo del Príncipe, en las cercanías del Campo Grande, donde coincidió con algunos de sus compañeros y con muchos conocidos.

Justamente al cumplirse un mes de su detención, el señor Alcover fue sometido a Consejo de Guerra, acusado de tenencia ilícita de armas y condenado a 3 años y 3 meses de prisión. Pero el 22 de diciembre del mismo año 1936 se le formó una nueva causa y esta vez, acusado de rebelión militar, fue condenado a 30 años de cárcel.

Estuvo casi dos años en la prisión provincial de Valladolid, comprobando cómo los alzados asesinaban a una gran cantidad de personas, la mayoría compañeros y conocidos suyos.

Por si fuera poco, en abril de 1937 falleció su madre, con la que vivía, y los carceleros no le permitieron acudir al entierro.

El 22 de Noviembre de 1938 le trasladaron de la cárcel de Valladolid a la de Burgos, donde cumpliría condena hasta 1941.

Searfín Alcover salió de la cárcel muy mal. Habia visto cómo habían fusilado a muchos amigos suyos. En Valladolid no le daban trabajo y apenas le quedaban amigos, por lo que decidió marchar de la ciudad, a pesar de que tenía que comparecer cada cierto tiempo ante un tribunal relacionado con la masonería.

Por fin pudo rehacer su vida; se casó con Felisa Castro Pérez, una muchacha de Palencia, y se trasladaron a Plasencia (Cáceres), donde encontró trabajo y pudo sacar adelante a sus seis hijos.

Serafín Alcover fue una bellísima persona, según afirman todos los testigos de la época, y un excelente Presidente de la Diputación al que jamás se ha reconocido desde las instituciones democráticas actuales.

Desde esta página le rendimos homenaje, recuperamos su memoria y continuaremos trabajando para recopilar informaciones que sirvan para que las generaciones futuras, más generosas que las actuales, conozcan y honren su figura.

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