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Luis Rufilanchas, de los Tribunales al paredón

El 18 de julio de 1936 le sorprendió de vacaciones con su familia en la provincia de Pontevedra. Lejos de esconderse o de tratar de huir, Rufilanchas tomó parte en la llamada Batalla de Vigo, desesperado esfuerzo por impedir que los militares rebeldes se hicieran con la ría viguesa y la zona hasta la frontera con Portugal.

LUIS RUFILANCHAS SALCEDO (1910-1937), DIPUTADO DEL PSOE, AYUDANTE DE JIMÉNEZ DE ASÚA Y DEFENSOR DE ACUSADOS POR DELITOS POLÍTICOS Y SOCIALES

Por Federico Bello Landrove

Al trabajar en un ensayo sobre el juicio por los sucesos de Castilblanco (publicado en el blog que administro: quienfueraborges.blogspot.com.es, etiqueta de “ensayos”), me tropecé con la joven y digna figura de Luis Rufilanchas Salcedo, profesor y abogado gijonés, que tiene el triste título de ser el único penalista conocido en morir ejecutado durante nuestra Guerra Civil. Así pues, para completar el ensayo, y comprobado que no existía una biografía del señor Rufilanchas por escueta que fuese, decidí emprender un breve apunte sobre su vida y su muerte, del que las líneas que siguen son un resumen.
Luis Rufilanchas nació en Gijón el 17 de mayo de 1910 pero debió de trasladarse muy joven a Madrid, en donde cursó la carrera de Derecho. Enseguida fue nombrado profesor ayudante del gran penalista, Luis Jiménez de Asúa, y se colegió en la capital de España para ejercer de abogado. Como profesor, pronto destacó por su competencia y amabilidad con los alumnos (algo en lo que precisamente no destacaba Asúa) y, como abogado, se especializó en la defensa penal y laboral de los revolucionarios de Octubre de 1934 y de otros “delincuentes” políticos, como los acusados por los sucesos de Castilblanco (Badajoz), producidos el 31 de diciembre de 1931. Contrajo pronto matrimonio, de suerte que su primer hijo nacería en 1933.
Hizo sus primeras armas en política como activista en las asociaciones de estudiantes. Fue uno de los fundadores de la FUE (Federación Universitaria Escolar), de la que llegaría a ser máximo dirigente en 1933. Alcanzada a los 23 años la mayoría de edad, se afilió a la Federación madrileña del PSOE, mostrando su mayor afinidad con la corriente más a la izquierda, que personificaba Largo Caballero. Con todo lo que hemos expuesto, no es extraño que el Partido Socialista lo presentara como candidato a Diputado por la demarcación de Madrid (Provincia) en las elecciones de febrero de 1936, dentro de la coalición del Frente Popular. Rufilanchas obtuvo escaño dentro de los correspondientes a las mayorías, con casi cien mil votos.
El 18 de julio de 1936 le sorprendió de vacaciones con su familia en la provincia de Pontevedra. La gran pintora gallega, Maruja Mallo, nos cuenta (aunque yo no lo haya podido corroborar por otras fuentes) que, lejos de esconderse o de tratar de huir, Rufilanchas tomó parte en la llamada Batalla de Vigo, desesperado esfuerzo por impedir que los militares rebeldes se hicieran con la ría viguesa y la zona hasta la frontera con Portugal. Perdida la batalla en una semana, nuestro diputado tomo la resolución de ocultarse y escapar hasta La Coruña, donde podía esperar ayuda de obreros y políticos de izquierdas. Escapar por Portugal era imposible, dado que el régimen de Oliveira Salazar era entusiasta partidario de los nacionales y devolvía a España a cuantos pretendían refugiarse en territorio luso.
Con la ayuda de buenas gentes, entre las que destacó el médico Manuel Fernández López (luego ejecutado por ayudarlo), Rufilanchas permaneció escondido en La Coruña y sus alrededores hasta el mes de febrero de 1937. Entre tanto, una de las redes de fugas que funcionaba en la ciudad gallega, adquirió un pequeño vapor y vales de gasolina, a fin de trasladar de tapadillo a Rufilanchas y otras veinte personas hasta la costa central de Asturias, todavía en poder de la República. No obstante, la Guardia Civil estaba alerta, habiendo creado incluso una unidad específica, la Brigada de Servicios Especiales, para poner fin a las redes de fugas. Y, bien fuese por una indiscreción del que iba a ser patrón del barco, bien porque fuesen detenidos algunos de los miembros de dicha red, entre los días 23 y 24 de febrero de 1937 fueron detenidos todos los involucrados en la frustrada escapatoria, entre ellos, Rufilanchas.
Tras ser duramente torturado para sacarle información, Rufilanchas y los demás compañeros en el intento de huida fueron “juzgados” en consejo de guerra sumarísimo, celebrado en La Coruña el 17 de mayo de 1937. Rufilanchas pidió y consiguió ser el defensor de sí mismo y de los demás compañeros juzgados con él. Como es natural, nada favorable obtuvo de ello pero, al menos, pudo mostrar valor y dignidad, como cuando se desabrochó la ropa para mostrar al tribunal las huellas de las torturas en cuello y pecho; o cuando rechazó la acusación de rebeldía, dejando claro que los únicos rebeldes que allí había eran los militares sublevados contra el Gobierno republicano. La sentencia impuso quince penas de muerte, siendo posteriormente conmutadas tres por reclusión de treinta años.
Conocida la condena de Rufilanchas, el Gobierno legítimo trató de evitar su ejecución, ya mediante la intervención de la Unión Interparlamentaria, ya por canje con algún capitoste franquista en poder de la República. Nada de ello tuvo eficacia y Luis Rufilanchas y otros once compañeros (socialistas, anarquistas, galleguistas de izquierdas) fueron fusilados en La Coruña, en la madrugada del 11 de julio de 1937.
Solo añadiré un detalle para perfilar el talante humano de Rufilanchas. En 1934 asumió la defensa de un socialista italiano, que había sido detenido en la Ciudad Universitaria de Madrid, en posesión de armas no legalizadas. Desde Italia, el Partido Socialista se interesó por el caso y preguntó al letrado Rufilanchas qué provisión de fondos le enviaría, como anticipo de sus honorarios. Rufilanchas contestó, un tanto enfadado, que no volvieran a hablarle de dinero, porque él ejercía la defensa por razones de amistad. La carta se conserva en el archivo del famoso político socialista italiano, Pietro Nenni.

 
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