Violencia de género
¿Fue cualitativamente diferente la violencia fascista ejercida sobre las mujeres? Puede afirmarse que sí.
Los fascistas ejercieron una violencia específica contra la mujer. La violación, el abuso físico de todo tipo, la violencia sobre sus hijos, y tras el asesinato de sus compañeros, la negación de su estado de viudedad, la prohibición de llevar luto o exteriorizar su duelo, y la negación sistemática de trabajos con los que se pudiera ganar la vida y la de sus hijos, son formas de violencia que se ejercieron específicamente contra las mujeres republicanas o mujeres con familiares republicanos.
La violación fue, como en tantos otros conflictos, arma de guerra; arma, además, muy conveniente, pues su eco se escuchaba por todas partes extendiendo el terror, pero el silencio la acompañaba, porque la violación es un tabú en nuestra sociedad todavía a fecha de hoy, y la mujer que la sufría quedaba estigmatizada.
Esta herramienta represiva fue utilizada con más frecuencia de lo que pensamos, y esto ha ocurrido, precisamente porque tanto las mujeres que sufrieron este trato como sus familiares, ocultaron celosamente el baldón que había caído sobre la familia de la agredida y sobre ella misma.
Sin embargo, los fascistas que violaban a sus convecinas amenazándolas con armas de fuego, bien hubieran podido esgrimir en su defensa que “cumplían órdenes”: no olvidemos jamás que los que hablaban desde el poder asaltado, como es el caso de Queipo de Llano, exhortaba por radio a sus hordas a que “enseñaran a las mujeres de los rojos lo que era un hombre”. Así pues, la violación fue una directriz más, utilizada contra los republicanos con el visto bueno o con la aquiescencia de las “nuevas autoridades”.
Muchas mujeres de todas las edades fueron asesinadas sin haber sido sometidas a ningún tipo de proceso. Normalmente eran sacadas de sus casas por las patrullas de falangistas y llevadas en camionetas y coches particulares. Después aparecían los cuerpos. Un lugar común de aparición de las asesinadas en la ciudad de Valladolid fue el Prado de la Magdalena. Según nos cuentan los testigos de la época, entonces era una zona boscosa, inculta y situada en las afueras de la ciudad, próxima a la cárcel Nueva.
Allí eran conducidas las mujeres; violadas y apaleadas, sus cuerpos aparecían con signos inequívocos de violencia, muchas veces sin ropa o con ella desarreglada, y en otras ocasiones los cuerpos aparecían colgados o atados en los árboles (testimonio de Julia A., testigo directo).
En el Prado de la Magdalena aparecieron muchas mujeres que habían destacado como activistas durante la República: Micaela Pasalodos, de 23 años, Constantina Cebada, “Tina”, comunista muy conocida del radio de Valladolid….
Cuando ingresaban nuevas detenidas en la Cárcel Vieja, enseguida se sabía si habían sido violadas o no, ya que una de las detenidas era la comadrona y profesora de partos Flora Martín Fraile, que tenía un cargo directivo en la Casa del Pueblo de Valladolid.
Esta mujer, ya mayor, atendía y ayudaba a las mujeres que ingresaban en presidio con lesiones producidas por la violación, cometida muchas veces en grupo; uno de los casos que con más horror recordaba Julia P. fue el de unas detenidas que trajeron desde el Alto del León, capturadas por los falangistas vallisoletanos. Eran 4 o 5, enfermeras y milicianas, según ellas mismas les contaron. Llegaron por la noche y Doña Flora tuvo que atenderlas a todas. Venían en un estado lamentable tras ser violadas por el grupo de captores y golpeadas después. Estas mujeres fueron sacadas de la cárcel el día siguiente sin que las presas supieran nada más acerca de ellas.