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Represión franquista en Traspinedo

El pueblo de Traspinedo tenía en 1936 unas 400 casas abiertas, con una población de aproximadamente 1.600 habitantes que se dedicaban mayoritariamente a los trabajos agrícolas, como jornaleros.

La zona, muy fértil, contaba con numerosas fincas que producían trigo, cebada, remolacha, maíz, achicoria, patatas y productos de huerta; había también en la zona ganadería vacuna, ovina y porcina, y además, en el propio pueblo de Traspinedo, cuatro fábricas de transformación de la achicoria en las que se ocupaban bastantes mujeres y hombres del pueblo.

Noche en la Calle Mayor de Traspinedo

Las fincas más importantes que empleaban trabajadores durante todo el año eran la Dehesa de Peñalba, el Soto de Tovilla, Tovilla, Granja Sardón, Abadía de Retuerta, Valimón, Las Rentas y El Quiñón.

Las fábricas pertenecían a vecinos de Traspinedo: Los Costillazas; Velón; don Virgilio y el Señor Julián.

Había cuatro maestros, dos mujeres y dos hombres, lo que indica que había una gran población escolar: don Teodoro Rodríguez, doña Guadalupe (esposa del anterior), don Edilberto Zan y doña Inés.

En el Archivo Histórico Provincial de Valladolid aparece el documento de constitución de la Sociedad de Socorros Mutuos, con fecha de uno de marzo de 1916. Sociedades de este tipo se constituían con el fin de que los trabajadores, normalmente jornaleros sin recursos, pudieran tener algún tipo de defensa y cobertura en momentos de conflicto. Eran organizaciones obreras surgidas a menudo con la anuencia de los párrocos de las localidades; sin embargo, muy pronto estas sociedades derivaron en auténticas organizaciones de clase, siendo el germen de las asociaciones sindicales posteriores.

A la cabeza de la mencionada Sociedad aparecen nombres conocidos, y personas que en 1936 fueron represaliadas.

Golpe de estado en Traspinedo

En el archivo municipal de Traspinedo no existe documentación que permita conocer más datos acerca de los movimientos existentes en la localidad, pero puede deducirse que la Sociedad de Socorros Mutuos, tal y como ocurrió en otras localidades, fue el punto de partida de un asociacionismo más extenso y concienciado, nacido para defender los derechos de los trabajadores del pueblo.

La mayor parte de la población en edad laboral estaba formada por jornaleros; en la zona existía una huerta abundante, un molino de importancia y bastante pastoreo; y la principal fuente de trabajo la constituían, sobre todo, las fincas existentes en la zona, como la Dehesa de Peñalba, Tovilla, o Cantarranas, entre otras, que absorbían una gran cantidad de mano de obra temporal y estable, procedente sobre todo de Traspinedo, aunque también de otras localidades, como es el caso de Villabáñez, Santibáñez, Tudela, etc.

En el año 1936 había constituida en Traspinedo una Sociedad de Trabajadores de la Tierra, en la que abundaban las ideas socialistas, y se estaba formando un grupo de matiz anarquista que se reunía en un corral propiedad de Francisco Esteban (Teniente de Alcalde), situado en las afueras del pueblo, en la carretera de Santibáñez. Según testimonio de L.G.O., había “cuatro personas afiliadas (a la CNT), una de ellas mujer, y varios simpatizantes”.

El impulsor de este núcleo anarquista era Jesús de Diego, vecino de Tudela de Duero y perteneciente a la F.A.I., quien recorría los pueblos de la zona vendiendo pan. Telesfora Peñas y otros vecinos se reunían en ese local, que habían acondicionado y pintado con ayuda de la hermana de Francisco Esteban, llamada Consuelo y apodada “Pasionaria”, que vivía fuera del pueblo, en Sahagún. El marido de Telesfora era Julián Yuste “El Sordo”, dirigente socialista encargado de las relaciones con el partido en Valladolid. Cuando venían socialistas de fuera del pueblo a dar mítines, se quedaban en casa de Julián. En una de estas ocasiones, vino el propio Federico Landrove López, y también se quedó a dormir en su casa. Julián no asistía a las reuniones del corral, y siendo mucho más conocido por su militancia de izquierdas que su mujer, a ella la asesinaron, mientras que él fue conducido a Cocheras, a Valladolid, junto con otros vecinos de la localidad, y salvó la vida.

El día 1º de mayo de 1936, los republicanos organizaron una gran manifestación con el fin de entregar la bandera y demás atributos de la alcaldía republicana a Doroteo Rodrigo, el nuevo alcalde nombrado por el gobernador. Las calles estaban llenas de vecinos que iban a desfilar desde la plazuela hasta el domicilio del nuevo alcalde. Doroteo había sido repuesto en su cargo, tras el paréntesis del bienio negro, durante el que la República tuvo un gobierno de derechas, fundamentalmente de la CEDA. Pero en las elecciones de febrero de 1936 triunfó el Frente Popular, y en los pueblos se nombraron Comisiones Gestoras, es decir, corporaciones municipales transitorias, todas ellas afines al Frente Popular.

Poco duró la alegría y las ilusiones de cambio en el país, ya que el 18 de julio (cinco meses después del triunfo del Frente Popular en las urnas), se produjo la sublevación militar contra el gobierno legal que acabaría con la vida y las esperanzas de los republicanos.

El día 19 de julio de 1936 aparecieron en Traspinedo grupos de civiles armados y uniformados con camisas azules. Iban en camionetas y en coches particulares. Al frente de estos grupos iba José Antonio Girón de Velasco, falangista camisa vieja y abogado de veintipocos años, que tenía relación con los hermanos López, también camisas viejas de la Falange; además, Girón y sus camaradas habían acudido en varias ocasiones a los pinares de los alrededores para hacer instrucción militar.

Ya en las calles del pueblo, comenzaron a ordenar a los vecinos que se metieran en sus casas, en nombre de “la autoridad militar”. La gente, en general, los obedeció. Había un grupo de vecinos jugando a las cartas en el bar “El Montañés”, los cuales intentaron refugiarse rápidamente cerrando la puerta del establecimiento y saliendo por otra puerta trasera que daba al monte.

Las calles quedaron desiertas, pero un vecino llamado Leandro Berzosa, sordomudo, mayor y de derechas, se dirigió a la casa de una de sus hijas. Los falangistas lo vieron caminar por la calle y le dieron el alto, que no oyó, y a continuación le dispararon. Al verse herido, Leandro se dirigió como pudo hacia la iglesia, refugiándose al lado de uno de sus contrafuertes, y murió allí. De inmediato salieron los familiares del muerto, dando grandes gritos: “¡Habéis matado a mi abuelo!”.

La reacción de los falangistas ante el error cometido fue comenzar un tiroteo; algunas balas impactaron contra las casas, y uno de los vecinos, Virgilio Niño, pensando que se organizaba el contraataque, salió de su casa gritando ¡Viva Rusia!, siendo detenido y apaleado de inmediato. Después de un tiempo, lo obligaron a alistarse a la Legión, muriendo el 30 de agosto de 1938. Lo mismo ocurrió con Romualdo Pajares; y esta fue la única reacción ante el ataque de los falangistas.

Girón, al comprobar la muerte de Leandro Berzosa, intentó resolver el problema achacando el asesinato a los dirigentes republicanos del pueblo. Así, los falangistas se presentaron en casa de Evaristo Soto, a quien propinaron una gran paliza, maltratando también a su mujer, y todo ello ante sus hijos, niños pequeños todos ellos. Pretendían que declarara ser el autor del disparo, cosa que no lograron. Presionaron de la misma manera a otros vecinos, pero todos se negaron a aceptar la culpabilidad del crimen. Esa noche fue muy larga en Traspinedo, produciéndose palizas, detenciones y toda clase de abusos.

A lo largo de las horas fueron detenidos los vecinos: Basilio Aguado, Anastasio Duque, Evaristo Soto Amo y Leoncio Villa Soto.

Estos vecinos fueron conducidos a Valladolid y pasaron años en las cárceles franquistas.
Otros vecinos quedaron retenidos en los calabozos del ayuntamiento, a la espera de su destino. Los falangistas manejaban información acerca de los izquierdistas del pueblo; es decir, que algunos de los vecinos de los detenidos fueron sus delatores.

A partir de ese día, los elementos derechistas del pueblo, bajo la dirección de la guardia civil del puesto de Tudela, se dedicaron a aterrorizar al pueblo. Los vecinos que no habían sido detenidos eran sacados de sus casas a diario y apaleados en público con palos y fustas. Entre ellos se encontraba el alcalde electo, Doroteo Rodrigo Santaolalla, de 42 años y padre de seis hijos.

El día 8 de agosto se produjo la primera saca mortal. Un grupo de falangistas sacó del calabozo a:

-  Gerardo Arribas, 32 años, soltero
-  Alejandro Puertas, hijo del guarda de campo

Los obligaron subir a una camioneta y los sacaron del pueblo. En un momento dado hicieron bajarse a Alejandro, liberándolo. Gerardo fue conducido hasta la zona conocida como El Casquero, en las afueras de Tudela de Duero, donde fue asesinado y enterrado.

Hubo varios testigos de esta saca, que se produjo en pleno día. El que comandaba el grupo de asesinos era un chico de Laguna de Duero que tenía unos quince años, conocido como “El Lagunero”. Alejandro Puertas, el joven liberado, se alistó a la Legión y murió en el frente.

Este primer asesinato aterrorizó a los vecinos, muchos de los cuales estaban siendo maltratados a diario por la guardia civil del puesto de Tudela y por los derechistas del pueblo. Diariamente algunos vecinos eran citados al ayuntamiento, donde recibían tremendas palizas. Se les interrogaba por el paradero de armas, por el nombre de los propagandistas que habían acudido al pueblo a dar mítines, o simplemente se les torturaba sin más.

Los verdugos del pueblo se habían afiliado a la Falange el propio día del levantamiento, ya que falangistas había muy pocos; pero muchos derechistas o simplemente criminales aprovecharon la coyuntura para unirse a los sublevados y actuar sin freno ni control.

Así, pronto varios de estos elementos se hicieron notar por las palizas propinadas a quien tocara en ese momento; los solían detener en sus casas, llevarlos por las calles dándoles golpes y patadas hasta la plazuela, donde había una cruz de piedra, y allí propinarles tandas de latigazos y golpes de todo género, y todo eso a plena luz del día.

La guardia civil del puesto de Tudela llegaba a Traspinedo a caballo, se dirigía al ayuntamiento, y allí iba recibiendo a los vecinos designados aquel día, a quienes interrogaba o simplemente apaleaba.

En los bajos del mismo ayuntamiento se encontraban detenidos los cuatro vecinos que posteriormente fueron paseados:

-  Doroteo Rodrigo Santaolaya, alcalde, seis hijos.
-  Francisco Esteban Alonso, teniente de alcalde, casado, tres hijos.
-  Daniel Pelillo Olmedo, casado, tres hijas.
-  Telesfora Peñas López, casada, cuatro hijos.

La vecina María Arribas, cuyo hermano Gerardo había sido asesinado anteriormente, pudo visitarlos en el calabozo para llevarles agua. Cuenta que Daniel estaba seguro de que los iban a matar, y la abrazó despidiéndose. Ella se dirigió de inmediato a casa del cura, Luis Serrano Rincón, pidiéndole que intercediera por los detenidos, que impidiese la matanza; el cura la despidió de malas maneras, diciéndole que “lo que les pasara era culpa de ellos”. Este comportamiento del cura ha quedado en la memoria de los vecinos más ancianos de Traspinedo como una de las peores cosas que les pudo ocurrir. Pocos años después el cura fue desterrado por mantener comportamientos impropios, pero durante la etapa represiva colaboró con los verdugos con el máximo entusiasmo y sin que los asesinatos de sus vecinos y de su alcalde lo impresionara en lo más mínimo.

El día 10 de septiembre un grupo de falangistas encabezado por vecinos de Traspinedo sacaron a estas cuatro personas del calabozo, obligándolos a subir a una camioneta que tenían aparcada en la plaza. Los testigos cuentan el hecho detalladamente, haciendo hincapié en pellizcaban y empujaban a Telesfora Peñas (mujer mayor ya), para que subiera más deprisa a la camioneta. Las víctimas se dieron cuenta de que iban a ser asesinadas, por lo que se produjeron conatos de resistencia. Telesfora iba gritando que “tenía hijos”. La camioneta enfiló la carretera y no se los volvió a ver con vida.

En esos momentos la alcaldía estaba ocupada por Félix Velicia, nombrado por los golpistas. Un hermano de este señor era párroco en Boecillo. Se llamaba Enrique Velicia López, y se enteró de inmediato de la aparición de los cadáveres en un pinar próximo a Boecillo, en la carretera de Las Maricas. Personalmente envió a un resinero llamado Pedro Sobas Toquero, conocido como “Maroto”, natural de Tudela de Duero, a recoger los cadáveres, con la orden de conducirlos al cementerio de Boecillo. Allí fueron enterrados, sin que conste el lugar, aunque la encargada de dicho cementerio afirma que fueron enterrados en el interior del recinto, en una zona destinada a cementerio civil que hoy en día ya no existe.

Los autores del crimen regresaron al pueblo comentando en alta voz su acción; los vecinos recuerdan oirles decir:”Ya hemos tirao al Morondo”, haciendo referencia al alcalde, Doroteo Rodrigo.

Comenzó para los republicanos y sus familias una época negra, marcada por el terror y la impotencia. Los verdugos maltrataban a estas familias, a las mujeres, a los niños, a todo el mundo. Los hijos de los asesinados no podían ni salir a la calle: les escupían, les insultaban, les pegaban. La mayoría tuvieron que abandonar el colegio debido a estos malos tratos. Otros abandonaron el pueblo, o acabaron en el Hospicio, como ocurrió con los hijos del alcalde; sin medios económicos, ni defensa ante las agresiones, las familias fueron machacadas sin límites, hasta el punto de negárseles becas, puestos de trabajo, etc.; la intención era claramente el exterminio de todos ellos.

En este sentido, hubo vecinos que fueron maltratados y perseguidos durante años, como Evaristo Velicia y Dionisio Duque. Otros tuvieron que afontar situaciones que les dejaron marcados y enfermos el resto de sus vidas, como es el caso de Linus Parra, apaleado continuamente y obligado a presenciar el asesinato y enterramiento en una cuneta de unos vecinos de Villabáñez y Tudela; el caso de T.P. y de las muchachas que habían llevado la bandera republicana el día 1º de mayo, y que fueron perseguidas, acosadas y agredidas con saña por la guardia civil, los falangistas y algunas vecinas del pueblo.

Otros muchos vecinos fueron encarcelados; unos fueron sometidos a juicio, y otros tuvieron la calificación de “presos gubernativos”, es decir, detenidos a los que no se formó causa. Algunos de ellos fueron:

-  Evaristo Soto Amo: fue a Cocheras. Juzgado. Cumplió cinco años de cárcel en Valladolid.
-  Leoncio Villa Soto. Soltero.
-  Anastasio Duque
-  Basilio Aguado San Martín
-  Anastasio Villa Soto
-  Teófilo Villa Soto
-  Leopoldo García Ortega, detenido en Valladolid a los 16 años
-  Julián Yuste Amo “El Sordo”,
-  Eutiquio Sanz de Diego, encarcelado con el anterior. Muy maltratado por los falangistas del pueblo.
-  Félix Amo Berzosa: huyó y se escondió en La Planta, donde fue detenido y conducido a Tudela.
-  Timotea Arribas Reguera, apaleada continuamente en el ayuntamiento.
-  Justa Garbola, a quien rompieron la dentadura a puñetazos.
-  Teófilo Domínguez, maltratado y obligado a trabajar gratis, junto a
-  Evaristo Velicia.
-  Emeterio García, militar profesional republicano, detenido, juzgado y condenado.

Es seguro que hubo más vecinos represaliados cuyos nombres no han llegado hasta nosotros a causa del tiempo transcurrido y la inexistencia de documentos.

El día 20 de junio del año 2009, tras casi un año de preparación, se celebró en Traspinedo un Homenaje a todas las víctimas traspindejas, cuya historia se ha investigado con la colaboración de los testimonios de sus descendientes y de los vecinos que conocieron los hechos.

El Ayuntamiento de Traspinedo, representado por su alcalde Jesús Bazán Puertas y la concejala Ruth de las Heras, tuvo la iniciativa de organizar este acto, para lo cual acudió al grupo Verdad y Justicia, quien, junto con todos los familiares y voluntarios del pueblo, lograron llevar adelante este acto que recordó, tras 73 años, a todas aquellas víctimas de la sinrazón militar golpista que se alzó en armas el fatídico 18 de julio de 1936 inundando de dolor los pueblos de todo el territorio nacional.

Mapa de situación de Traspinedo Los niños de Traspinedo Gerardo Arribas Reguera
 
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