Gumersindo Pérez Pérez
Gumersindo, conocido como “Sindo”, era concejal del Ayuntamiento de Castroponce. En el año 1936 tenía 42 años y era propietario de una carnicería y un bar en Castroponce. Persona muy conocida y apreciada en toda la comarca, todos los informantes coinciden en valorarlo como persona sensible a los problemas sociales, que procuraba ayudar y socorrer a todo aquel que lo necesitara. Los testimonios coinciden al señalar que Gumersindo tenía deudores peligrosos: el cura del pueblo, entre otros, le debía su consumo de dos años, y Eusebio, otro vecino, le debía 2.000 pesetas.
Gumersindo se enteró del levantamiento por la radio que tenía; salió a contarlo y se formaron corrillos en el bar y en la carnicería. Le llamaron dos veces a declarar al ayuntamiento, y la segunda vez ya no le dejaron salir.
Desde allí fue conducido a Mayorga, donde estuvo hasta el día 2 de Septiembre recluido en la cárcel de partido, situada en el Ayuntamiento de esa localidad, junto con su hijo Pedro de 15 años y un grupo grande de hombres de la comarca. Estando allí coincidió con su hermana Constancia, detenida como él en Castroponce. Ella estaba con las mujeres, un grupo de unas 30, encerradas en una especie de cuadra en los bajos del Ayuntamiento de Mayorga. Todos los días los presos pasaban por delante de ellas para ir al patio, pero su hermano no estaba entre ellos. Los hombres la informaron de que estaba siendo maltratado.
El día 2 de Septiembre dos camiones utilizados por los verdugos, cargaron a un grupo de detenidos y los condujeron a la zona de Valdescorriel. Era alrededor de las seis de la tarde; allí, cerca de la carretera, les mataron a todos, dejando los cuerpos abandonados en el mismo lugar. El cura de Valdescorriel, que solía pasear por ese lugar habitualmente, se encontró con los cuerpos y fue al pueblo a decir que había que enterrarlos en el cementerio, a lo que se opusieron las fuerzas vivas de la localidad. Parece que este hecho originó problemas, pero lo cierto es que los cuerpos fueron enterrados allí donde fueron asesinados, y que el cura de Valdescorriel salió de la localidad y nunca más regresó.
La esposa y el hijo menor de Gumersindo trataron de cobrar las cantidades que les debían, y tuvieron que aguantar todo tipo de escarnios. Les decían que ya habían pagado, “que se lo preguntaran a su marido”. En total lograron cobrar 14 pesetas de una deuda superior a 20.000.
El día siguiente de su detención se presentó en casa de Gumersindo un grupo de hombres y se llevaron de la casa todo lo que pudiero: los cerdos, el café, los vinos, la radio...
El crimen de Gumersindo sigue a fecha de hoy en la impunidad.
