“La ciudad dormirá esta noche por primera vez cobijada bajo los pliegues de la bandera republicana y amanecerá mañana con un nuevo día de libertad. Se ha constituido una república que no será para los republicanos únicamente, sino para todos los españoles de buena voluntad que no tengan el propósito de contrariar la voluntad nacional, y así como se trata de constituir una República para todos los españoles, la Corporación Municipal será para todos los vallisoletanos, no solo para los republicanos. Es el pueblo el que ha venido a sentarse a estos escaños, y los hombres que aquí le representan harán honor al compromiso que han contraído, porque no desconocen la responsabilidad inmensa que pesa sobre ellos; pero sería inútil todo su esfuerzo si el pueblo no adquiere conciencia clara de su responsabilidad. La tranquilidad de la ciudad debe descansar sobre los hombros que constituyen la Corporación y los vallisoletanos, haciendo honor a la confianza que en ellos han depositado, deben ser los guardadores del orden y de la tranquilidad como manifestación de cultura del pueblo de Valladolid”.

Federico Landrove Moíño (cuya biografía está publicada en esta Página) fue, pues, el primer alcalde republicano en Valladolid. Su persona y su labor en pro de la ciudad de Valladolid fueron sistemáticamente borrados de la memoria colectiva, tanto por los golpistas (no se conserva ni una sola fotografía de la toma de posesión de la alcaldía, ni de ningún otro acto institucional), como después por todos aquellos personajes mediocres que fueron ocupando los puestos de poder durante la dictadura franquista.

Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos, la figura enorme de Federico Landrove Moiño aparece de nuevo, recuperada por el respeto y la admiración de quienes hemos sabido de su trabajo, y también por la memoria y el cariño de sus descendientes, a los que nadie pudo arrebatar el recuerdo.

Landrove Moíño ejerció como alcalde de la ciudad hasta diciembre del año 1932, en que dimitió. Fue también Diputado a Cortes por el Partido Socialista en 1933, y siempre y ante todo, docente: uno de los cargos que desempeñó fue el de Director General de Enseñanza Primaria.

El día 23 de julio de 1936, el señor Landrove fue detenido junto con su hijo, el abogado y Diputado Federico Landrove López, de 27 años. Acusados de tenencia ilícita de armas (cuestión ésta que no se demostró), fueron juzgados sumariamente y condenados: el hijo, a muerte; el padre, a 30 años de reclusión.

Federico Landrove Moíño fue conducido al Fuerte de San Cristóbal, en Pamplona. Su hijo había sido fusilado el día 15 de agosto en las cascajeras de San Isidro, en Valladolid. Con este dolor inmenso sobre él, enfermó de gravedad. Las condiciones del Penal de San Cristóbal conducían al exterminio de los penados.

Por fin fue trasladado al Hospital Penitenciario de Segovia, donde falleció el día 6 de junio de 1938 a los 53 años de edad sin haber recibido tratamiento ni ayuda.

Sus últimas palabras fueron para la República.

La ciudad de Valladolid y su ciudadanía tiene el deber moral de reconocer, recordar y honrar a este alcalde, nuestro primer alcalde electo, a quien siempre le deberemos las lecciones de honradez personal y valores democráticos que, además de las de matemáticas, nos legó.